miércoles, 16 de mayo de 2007

¿Quién era Juancito Pinto?


Con sólo 12 años de edad, Juan ocupaba el cargo de tambor de órdenes del Batallón Colorados de Bolivia. En la batalla del Alto de la Alianza cambió su destrozado tambor por un fusil. Murió combatiendo. Cuando los colorados luchaban, arrebató a un herido su arma para luchar junto a sus camaradas y cayó cara al sol como el resto de su batallón´, se lee en la internet, en un sitio dedicado a los héroes olvidados.
Nació en 1867 en un sitio conocido como Tanque de Agua, en la ciudad de La Paz, lee el coronel Freddy Rodríguez, del Museo de Historia Militar, en el libro Galería de héroes nacionales (1977), del coronel Pedro Zurita Vallejos que cita al investigador Gastón Velasco. ´Era un niño de tez morena, juguetón´, sigue Rodríguez. ´El 17 de abril de 1879 se despidió a las tropas que se dirigían a la guerra y la población hizo llegar comida, obsequios y hubo algunos niños que se unieron a las tropas. A Pinto ´le tocó participar de la batalla del Alto de la Alianza y el 26 de mayo de 1880, viendo que no existen sobrevivientes a su alrededor, agarra un fusil pesado y cae´. Los ´restos de estos hombres no se recuperaron. Sólo kepis, chaquetas, etc´.
Ciertamente, afirma el historiador Fernando Cajías de la Vega, fue común que haya niños entre las tropas, ´incluso familias enteras, como se sabe por el caso de las rabonas que seguían a sus parejas junto a sus hijos´.
Cajías admite no saber con precisión sobre Juancito Pinto. Tampoco hay, en el banco de datos de la Biblioteca y Archivo Nacional de Bolivia, referencias que digan que alguien investigó sobre esta persona. ´Lo que no quiere decir que no haya información en los archivos, pero hay que investigar´, explicó Joaquín Loayza, el subdirector de la entidad, desde Sucre.
Con tal panorama, sin demasiado asidero científico, al menos sin fuentes debidamente identificadas y difundidas, la pregunta que surge es cómo es que la figura de Pinto ha adquirido tal fuerza a través de los años.
´La memoria colectiva suele recoger indiscriminadamente a algunos personajes. Algunos que de pronto han hecho mucho no son recordados y otros resultan sobredimensionados´.
Algo común es que esa memoria colectiva, ´aunque parezca paradójico, recoge con más cariño a los que murieron a tiempo, antes de cometer errores´. Eso pasa con ´el Che que, quizás, si viviese, no sería un mito. O con Sebastián Pagador o Eduardo Abaroa que son recordados más que otros que también participaron de hechos fundamentales para el país´.
Este historiador coincide con que una vez aceptado el mito es muy difícil cambiarlo. ´Sobre todo en un país como Bolivia que no tiene muchas columnas en las cuales asentar la nacionalidad´. Esas columnas son ´personas que sobresalieron heroicamente y que nadie niega su importancia, sólo que suele sobrevalorárselas´.
El mito ´quiere decir que se va más allá de lo real y que a falta de mayor investigación se sobrecarga de sentimiento´.

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